José Mourinho está en Barcelona, otra vez. Y cuando camine por la calle o salga del banquillo a dar instrucciones, un grupo de gente exaltada se desgañitará llamándole "traductor". Mourinho fue segundo entrenador de Bobby Robson en el FC Barcelona y, como entendía y hablaba perfectamente castellano, hizo además de intérprete del preparador inglés. Años más tarde, siendo Mourniho entrenador del Chelsea, unas polémicas declaraciones suyas sobre los jugadores blaugrana le condenaron a ser considerado persona non grata por parte de la afición culé. Y, para demostrárselo, dichos aficionados le recuerdan que, en su etapa en can Barça, no era más que un mero ayudante, un chico para todo.
Al principio me pareció gracioso, pero cada vez le veo menos la gracia a que se use la palabra traductor como insulto. Para empezar, Mourinho ejercía de intérprete, y no de traductor, aunque lo de intérprete suene más a actor. Y, además, la de intérprete es una profesión digna de admirar, por la capacidad de concentración, reacción y conocimiento que requiere. Y no lo digo por mí; yo no soy intérprete, sino traductor.
Finalmente, y ya que esta entrada habla de entrenadores, mencionaré una observación que un día me hizo un profesor. Cuando se habla de un puesto de trabajo con malas condiciones (sueldo bajo, horarios intempestivos, inseguridad...), se suele considerar un trabajo precario. Pues bien, un trabajo con estas condiciones no tiene por qué ser precario, ya que precario significa inestable o breve. Así, el claro ejemplo de trabajo precario es el de entrenador de un equipo puntero, ya que, por mucho que las condiciones laborales sean muy buenas, es muy inestable y, salvo en contadas ocasiones, de corta duración.
Al principio me pareció gracioso, pero cada vez le veo menos la gracia a que se use la palabra traductor como insulto. Para empezar, Mourinho ejercía de intérprete, y no de traductor, aunque lo de intérprete suene más a actor. Y, además, la de intérprete es una profesión digna de admirar, por la capacidad de concentración, reacción y conocimiento que requiere. Y no lo digo por mí; yo no soy intérprete, sino traductor.
Finalmente, y ya que esta entrada habla de entrenadores, mencionaré una observación que un día me hizo un profesor. Cuando se habla de un puesto de trabajo con malas condiciones (sueldo bajo, horarios intempestivos, inseguridad...), se suele considerar un trabajo precario. Pues bien, un trabajo con estas condiciones no tiene por qué ser precario, ya que precario significa inestable o breve. Así, el claro ejemplo de trabajo precario es el de entrenador de un equipo puntero, ya que, por mucho que las condiciones laborales sean muy buenas, es muy inestable y, salvo en contadas ocasiones, de corta duración.